En nuestra sociedad, una de las principales preocupaciones dietéticas es el colesterol y sus niveles elevados por su relación con las enfermedades cardíacas. Como consecuencia, durante años algunos expertos han recomendado tratar de reducir el consumo de grasas y el de alimentos que podrían ser potencialmente beneficiosos para la salud como es el huevo, cuya yema es rica en colesterol mientras que su clara tienen un alto contenido proteico.
La extendida creencia popular sostenía que el consumo de las yemas aumentaba considerablemente los niveles de colesterol en sangre lo que sería la causa de la obstrucción de las arterias. Por ello, la recomendación general consistía en no más de 2-6 yemas por semana.
No obstante, en la actualidad sabemos que no hay respaldo científico que apoye esta teoría y para entenderlo es fundamental conocer qué es el colesterol y cómo actúa. Es una molécula esencial porque actúa como precursor de múltiples sustancias (hormonas, bilis, vitamina D…) y es componente estructural de la membrana celular. Hay 2 tipos de colesterol: dietético (lo consumimos a través de numerosos alimentos) y sanguíneo (se sintetiza en el hígado). A su vez, el colesterol se subdivide en dos categorías; HDL (lipoproteína de alta densidad) y LDL (lipoproteínas de baja densidad), este último es considerado perjudicial porque se adhiere a las paredes arteriales y puede taponarlas.
Por lo tanto, esos mitos y creencias populares son el resultado de una gran estrategia de manipulación, ya que ni el colesterol, ni mucho menos alimentos como los huevos, son los responsables de las enfermedades cardíacas y la obesidad que afectan a una gran parte de la población. Esto ha derivado en que, en los últimos años, numerosas organizaciones de la salud han estado reivindicando la reputación de los huevos.
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